Sólo Apolo, y los ganadores de los juegos délficos instaurados en su honor podían usar una corona de laurel. Para el resto de los mortales, una hojita atada al cuello como amuleto era suficiente, y además, se utilizaba en la cocina.
Es decir, desde hace al menos 2500 años se conocen las propiedades del Laurel como:
- hepatoprotector
- antibacteriano
- antifúngico
- antiinflamatorio
- analgésico.
¿Vos te pensás que tu abuela se lo ponía al estofado sólo por su sabor? Bueno, estudios han demostrado que la carne a temperatura ambiente rociada con extracto de laurel, puede mantenerse en buenas condiciones tres veces más que sin él, debido a su acción inhibidora de desarrollo de bacterias patógenas.
Pero no sólo esto, sino que además el laurel ha demostrado funcionar muy bien en el tratamiento de:
- Diabetes
- Piedras en los riñones
- Hiperlipidemia
- Toxicidad hepática
- Candidiasis
- Reflujo
- Heridas en la piel
- Tumores
- Epilepsia
- Problemas cognitivos
- Digestiones pesadas
Laurus Nobilis, tal su nombre y apellido, es rico en vitaminas A, B, C, ayudando de esta manera a la salud ocular, la relajación del sistema nervioso, y proporcionando actividad antioxidante e inmunoprotectora.
Contiene minerales como cobre, potasio, hierro y manganeso, mejorando nuestra actividad enzimática y metabólica.
SI bien hace rato que no uso el hashtag #recuperemoslacocina, insisto en que es la principal manera de recuperar también nuestra salud e independencia.
Recuperar la cocina implica volver a las recetas de la abuela, en donde nunca faltaban las hojas de laurel en el tuco, guiso o estofado, no sólo prolongando la conservación de los alimentos, sino liberando además la magia de las hierbas en toda la comida.
Podés tener una plantita de laurel en una maceta si no tenés patio, o pedirle a tu vecino unas hojas para secar y utilizar a regularmente en tus comidas. Podés preparar un té para mejorar tus digestiones o relajarte un poco, o utilizar una tintura madre de forma regular en modo terapéutico para alguna dolencia específica.