Recientemente se ha puesto de moda la dieta llamada “paleo” que consiste según sus practicantes en comer como lo hacían nuestros antepasados del período paleolítico. Originada en una publicación del Dr. Voegtlin del año 1975, actualmente está muy de moda por ser practicada por deportistas de alto rendimiento y famosos varios.
¿De qué se trata? De comer sobre todo carnes pastoriles (es decir, de animales libres, no alimentados en feed-lots, que no reciben hormonas de desarrollo, y lo ideal sería que tampoco recibieran vacunas, aunque dudo que SENASA lo permita en Argentina), y una ingesta considerable de grasas: huevos, paltas, nueces, aceites de primera presión en frío, obviamente de todo de origen orgánico, muchas verduras y muy pocos carbohidratos como frutas y prácticamente nada de cereales ni mucho menos legumbres o lácteos. Obviamente, cero alimentos procesados y cero alcohol.
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Uno de los argumentos que esgrimen es que los seres humanos de ese período (denominados hombres de Neandertal) gozaban de buena salud y fortaleza siguiendo ese tipo de dieta, que no consumían frutas más que cuando era temporada estival y que no conocían la cocción de cereales ni legumbres. Claro que también algunos hombres de Neandertal recurrían al canibalismo, aunque la dieta Paleo no ha recomendado esta práctica aún.
Como en todo tipo de “dieta”, considero muy importante que sea de aplicación personalizada. No podemos seguir todos los seres humanos la misma forma de alimentarnos, porque primero y principal tu genética no es la misma que la mía y en segundo lugar, tu vida no es igual que la mía. Un hombre de Neandertal caminaba kilómetros diarios, debía correr para huir de predadores o atrapar a sus presas, debía tener otro volumen de grasa en su cuerpo para soportar el frío sin abrigo ni casa, etc. Lo mismo ocurre con nosotros, quizás vos estés 8 horas frente a una computadora, mientras que yo paso sólo 2, pero tu vecino pasa 6 horas haciendo trabajo físico y tu prima pasa 10 horas parada frente a un mostrador mientras que algún otro habrá que sea deportista profesional. No podemos todos comer de la misma manera, por lo que la aplicación de la dieta paleo debería ser sólo para personas que tengan una vida muy parecida a la de un Homo Neanderthalensis. Bueno, ya que esto es imposible, sólo deberían practicarla personas que tengan una gran demanda física, mientras que si tu demanda es mayormente intelectual, bueno, quizás deberías comer otras cosas.
No estoy diciendo con esto que comas comida chatarra, o que no comas grasas saludables, o que prefieras un pollo de supermercado a uno críado a granos en un corral amplio, se entiende, ¿verdad? A lo que me refiero es que quizás sería exagerada la ingesta de grasas y proteínas propias de un ser del paleolítico para un hombre del siglo XXI.
Por otro lado, un estudio reciente ha descubierto en los restos calcificados de sarro de la dentadura de un hombre de ese período, pruebas sobradas de que llevaba una alimentación vegetariana. ¿Curioso no? Luego de tanta insistencia de que en esa época no podría existir tal cosa, damos con este señor que sin comer bisontes sobrevivió al período y seguramente no por seguir una moda o una corriente filosófica o moral. Por lo que tampoco tiene gran asidero la corriente paleo cómo única forma de alimentarse.

Una elucubración personal que hago es que quizás en ese período se formaron grandes grupos étnicos bien definidos: los que se alimentaron a carnes, los vegetarianos, los que consumían gran cantidad de lácetos, todos grupos formados según las zonas, climas y recursos disponibles. Esto les permitio evolucionar, mutar y sobrevivir, y la información genética de estos ancestros la llevamos nosotros por partes separadas. Por eso hay personas intolerantes a la lactosa mientras que otras no. Porque los grupos que debieron basar obligadamente su dieta en los lácteos, desarrollaron la capacidad de seguir produciendo lactasa (la enzima que digiere la lactosa) aún después de la adolescencia (etapa en la que naturalmente dejamos de producirla la mayoría) y esta modificación genética viajó a través de generaciones para que hoy muchas personas tengan esa capacidad y otras no. Igualmente debe haber códigos en nuestro ADN que permiten una mejor asimilación de las grasas, o de las proteínas animales, o de las de origen vegetal, de acuerdo a nuestros orígenes.
Por supuesto que hay grandes ventajas en la dieta paleo, como ya habrás notado: quitar toda la comida industrializada y refinada, aumentar el consumo de grasas de calidad, incorporar alimentos orgánicos y animales criados de forma natural, hacen que sea mucho mejor que la comida “común” que la mayoría de las personas realizan a diario. Pero creo que presenta varias desventajas al desechar los granos, sobre todo la quinua y el trigo sarraceno, y las legumbres, o disfrutar de vez en cuando de una buena cerveza artesanal o un pan de masa madre.
Como siempre, equipo que gana no se cambia. Si vos te sentís bien siguiendo la dieta paleo, y tu hemograma completo revela niveles saludables en todos sus secciones (siendo el del colesterol un tema aparte), seguí con ella. Pero sabé que no es la única forma de estar sano y fuerte, ni de sobrevivir al período paleolítico, ni mucho menos a nuestra actual era moderna.