Tomar medicamentos para bajar la fiebre es equivalente a poner el freno de mano en el auto mientras pisas el acelerador cuando estás llegando tarde a algún lado.
Cuando tus glóbulos blancos eliminan bacterias que provocan infecciones, liberan subproductos que activan en el hipotálamo la señalización de producir fiebre.
Por otro lado, la fiebre estimula la activación de ciertos genes encargados de aumentar la respuesta inmunitaria del cuerpo, produciendo más proteínas inflamatorias, así como otros cambios metabólicos todos orientados a combatir una infección.
Así como Pasteur descubrió (a pedido de Napoleón III) que llevando el vino a 44° C durante un breve período de tiempo, este dejaba de agriarse porque morían las bacterias responsables de ello, tu cuerpo eleva la temperatura para tu beneficio, logrando de este modo eliminar bacterias patógenas.
De la mano con la fiebre suele estar la inflamación: tomar antiinflamatorios inhibe la capacidad de tu cuerpo de auto-sanarse.
La inflamación tiene varios estadios: primero, vasoconstricción, que produce enrojecimiento (por ejemplo, de la garganta); luego, la histamina produce vasodilatación junto con una mayor permeabilidad de los vasos sanguíneos, que normalmente sólo dejan pasar agua y sales, y ahora van a permitir el paso de proteínas reparadoras y anticuerpos. También comienzan a acumularse glóbulos blancos en el lugar de la posible infección o daño, todo esto produciendo inflamación.
Si tomás un antitérmico con antiinflamatorio, sólo estás deteniendo las funciones naturales de tu cuerpo y prohibiendo que se cure por sí solo.
Claro que habrá situaciones extremas en las que, si tu sistema inmunitario no funciona del todo bien, necesites de medicamentos para evitar males mayores. O si te duele una muela rota y hasta que te atienda el dentista, es lógico que tomes algo para calmar el dolor.
En los procesos gripales y de resfríos o cualquier otra enfermedad, lo que más necesita tu cuerpo son nutrientes: de este modo puede actuar con mayor eficacia y celeridad. Es lo que permite, entre otras, la equinácea, que mencionaba en el post anterior.
Lo mejor que podés hacer es nutrir al cuerpo con alimentos ricos en grasas, proteínas, vitaminas y minerales, y también podés ayudarlo con tinturas (equinácea, tomillo, pino, jengibre, romero) y suplementos (vitamina C, D, zinc, selenio). A diferencia de las drogas farmacéuticas, estos productos no inhiben tus funciones, sino que permiten su mejor desarrollo.