¿Cómo revertir la anemia en forma natural? (2da parte)

Como te comenté en el post anterior, la anemia puede estar originada por varios factores, y ya vimos cómo la falta de vitamina C podía ser uno de ellos al impedir la correcta asimilación del hierro.

También en el artículo anterior te conté cómo la hemoglobina (esa que baja cuando tenemos anemia) vendría a ser algo así como el equivalente a la clorofila en las plantas. ¿Por qué? Bueno, la clorofila es la encargada de convertir la luz del sol en azúcares complejos y liberar oxígeno al ambiente. ¿Te imaginás? O sea, la luz del sol entra a las plantas y se convierte en comida. Y en este proceso se libera oxígeno, que nos permite existir en este plano. Y así desde hace unos 3.600 millones de años.

A principios del siglo pasado, el Dr. Richard Willstater (Nobel de Química en 1915), descubrió que la composición molecular de este pigmento verde es muy similar a la de nuestro pigmento rojo: carbón, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno. La diferencia es que en la clorofila el elemento central es un átomo de magnesio y en la hemoglobina, uno de hierro (de ahí que el hierro sea tan importante para curar la anemia). Es por ese motivo que la clorofila es tan efectiva para combatir la anemia: confío en que no digo ninguna burrada si afirmo que se acopla a nuestro torrente sanguíneo de manera orgánica y en cuanto se le cruza un átomo de hierro, se convierte en hemoglobina. Seguramente el proceso químico por el que esto sucede es más complejo, pero el hecho es que el aumento en consumo de clorofila se traduce en un aumento de hemoglobina (o disminución de anemia) por lo que la cuestión estaría confirmada.

Se parecen, ¿no?
Se parecen, ¿no?

Acá hay un estudio de 1936 en el que se muestra la casi idéntica formulación de la clorofila junto con la hemoglobina, y cómo su consumo afecta directamente a la mejoría de la anemia en personas que han sufrido hemorragias. Dice el estudio en sus conclusiones finales que “las posibles explicaciones de estos resultados están discutidas”, pero buscando y buscando no he encontrado nada más concluyente,  y los resultados, dentro y fuera del laboratorio siempre han sido favorables.

¿Cómo consumir la clorofila?

Hace un tiempo se conseguía una marca de Estados Unidos, de clorofila líquida de alfalfa de excelente calidad. El magnesio era reemplazado por cobre en la fórmula para darle mayor estabilidad, y los resultados parecían ser muy buenos en pocos meses. Por problemas de aduana, en Argentina ya no se consigue (ahora hay una versión nacional pero leyendo su composición, tengo mis dudas) por lo que lo mejor sería producirla en casa. Alfalfa o brotes de trigo, se procesan en una juguera especial con cuchillas de cerámica (que no levantan temperatura y por lo tanto no producen oxidación). Pero el precio de estos extractores es muy elevado, por lo que lo mejor sería incorporar gran cantidad de hojas verdes crudas todos los días en nuestra dieta. Rúcula, alfalfa, espinaca, lechuga, perejil, diente de león, berro, achicoria, en fin, vas a la verdulería y todo lo que sea verde (mientras más oscuro mejor), lo llevás para casa. Ojo con la acelga, que cruda puede resultar algo tóxica. Aún estando cocida vas a tener acceso a su clorofila, aunque de menor calidad.

Otras dos opciones naturales pero en comprimidos son la spirulina y la chlorella, unas cianobacterias existentes desde hace millones de años con una gran concentración de clorofila, entre otras cosas.

Así que para seguir “pateando el trasero” de la anemia, además de la Vitamina C que mencionaba en el artículo anterior, incorporá hojas verdes crudas. En próximas entregas iremos viendo qué más podés hacer para terminar con este problema, o evitar desarrollarlo.

Ver última parte.